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Caja demoniac

Cuando era niño, me encantaba rebuscar en el granero de mi abuelo. Era un verdadero coleccionista, por lo que el lugar estaba repleto de señales polvorientas, herramientas oxidadas, y maquinaria agrícola misteriosa.

Un verano estaba construyendo un castillo y encontré una vieja caja de madera. Parecía perfecta, pero mi abuelo negó con la cabeza.

“No, no uses eso.” Dijo. “Eso pertenecía a mi abuelo. Es su caja demoníaca.”

“¿Su qué…?” Pregunté extrañado.

“¿Nunca te he contado la historia? Bien… Siéntate y escucha.”

Y esto es lo que me contó.

Cuando tu tatarabuelo tenía tu misma edad era un impresor del diablo.

¿Sabes lo qué es eso?

Así llamaban a los aprendices. Antes las imprentas eran enormes, con una maquinaria pesada y complicada, así que contrataban muchachos para hacer pequeños trabajos. Estos chicos eran llamados diablos porque siempre acababan manchados de tinta. O porque se culpa a los demonios cuando las cosas se ensucian.

El abuelo trabajaba para un tipo llamado Carter. Carter era duro como una bolsa de clavos y ruin como una serpiente, hasta que dejó de serlo un día. El abuelo no sabía a qué se debía este cambio, pero durante ese mes le empezó a gustar su trabajo. Hasta el día cuando el Sheriff hizo una visita.

“Lo siento por lo de Delia.” Dijo el Sheriff.

“No hay problema.” Dijo Carter, con una sonrisa. “Marcharse es lo mejor que ha podido hacer.”

“Tal vez.” Asintió el Sheriff. “Pero vosotros dos acabaréis peleando cuando vuelva.”

Carter se rió con fuerza y señalo donde estaba sentado el abuelo, sobre la caja.

“Seguro, nos pelearemos.” Dijo Carter. “Cuando ese pequeño Diablo saque a Shakespeare fuera de la caja demoníaca.”

Las cajas demoníacas eran para los desechos. Letras de metal de imprenta usadas, y cualquier otra cosa que estuviera rota. Todo iba a parar a la caja demoníaca hasta que se fundía de nuevo y se volvía a usar. El abuelo pensó que el comentario de Carter era muy divertido, así que mientras los hombres seguían hablando, empezó a tomar letras de la caja y a ponerlas en línea.

Los hombres no se dieron cuenta al principio, pero al hacerlo, se pararon y miraron.

Claro como el mismo día, las letras formaron una oración:

¿Y si nos ofenden, qué haremos? ¡Buscaremos venganza!

Y luego otra más.

Rosal.

Carter se volvió blanco como el algodón. Se apartó hacia atrás asustado golpeándose con la prensa. Luego el abuelo dijo que la cosa más horrible y extraña que vio en su vida pasó. La prensa empezó a funcionar por si sola y en un segundo se tragó a Carter y lo masticó.

Y esa es la historia de tu tatarabuelo.

“No lo pillo.” Dije. “¿Por qué estaba asustado Carter?”

Mi abuelo rió.

“Bien. ¿Esa línea? ¿Sobre la venganza? Es de Shakespeare. Así que realmente Shakespeare salió de la caja demoníaca.”

“¿Y qué hay del rosal?”

“Oh, si… Ahí es donde encontraron a Delia con el tiempo, claro. Carter había escondido su cuerpo en el jardín.”

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