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Un capítulo del El Holder de la Liberación

Buscando…
Archivo encontrado.
Fecha: Sep-28-08
Autor: J. Quincy

Este oscuro mundo está lleno de preguntas. ¿De dónde provienen los Objetos? ¿Por qué existen? ¿Por qué debemos buscarlos? ¿Qué pasa con los Holders cuando tomamos sus Objetos? No sabemos las respuestas a estas interrogantes. Los Buscadores vivimos en un oscuro y desconocido mundo, y nuestro único consuelo es nuestra afición.

A pesar de que se puede encontrar en cualquier lugar, un sorprendente número de Holders se encuentran en instituciones mentales. A menudo nos preguntan, “¿Por qué instituciones de salud mental?” Porque es donde más se sienten como en casa. Ahí es donde todos terminaremos, después de todo.

Doy un paso adelante, pero la sonrisa del Bibliotecario de repente desaparece. Él me detiene con la mano abierta y me da una mirada urgente.

“Tienes un Objeto, ¿no es así?”.

La pregunta me sorprende un poco, pero me recupero rápidamente.

“Sí”.

“Entonces por favor, déjalo afuera”.

“¿Por qué?”

“Te lo explicaré cuando estemos dentro”.

Retiro el cartucho de la bala de mi bolsillo y lo dejo en mi mano. Se estremece al tacto; todavía se siente tan caliente como el momento en que fue disparado. Cariñosamente, lo rodeo con mis dedos.

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“¿Por qué?”

Pregunto otra vez, con más fuerza.

Alza su mirada hacia mí a través de sus anteojos:

“Porque me pone en peligro”.

La contundente declaración me coge por sorpresa. Tomo un segundo en echar un vistazo al cartucho en mi mano; lo único que recuerdo ahora es el terror en el rostro de Thompson antes de dejarlo.

En un momento repentino de claridad, decido hacer caso omiso de la voz, sólo por esta vez. El cartucho hace un suave ‘tink’ al caer al suelo a mis pies, y él vuelve a sonreír, haciéndome pasar. El interior de la casa del Bibliotecario es más o menos cómo la visualicé. Está desordenada y oscura, y cada habitación está con montones de libros y papeles.

“Perdona el desorden”.

El Bibliotecario me guió hasta su estudio, el salón más desordenado de la casa. Hicimos nuestro camino a través de las estanterías y pilas de libros hasta llegar a su escritorio. La mayoría de ellos están cubiertos por una gruesa capa de polvo, haciéndolos parecer antiguos.

“¿Quieres chicle?”

Preguntó Él, ofreciéndome.

“No, gracias”.

Es difícil mantener el ceño fruncido en mi caso – él no sabe que no puedo saborear nada.

Es casi desconcertantemente amistoso. Los Buscadores, como yo los entiendo ahora, son gente paranoica que evitan el contacto social, por lo que el Bibliotecario es el más anormal que he conocido.

“¿Cómo sabías que vendría?”

“Tu incesante búsqueda ha sido totalmente evidente” , me dice, como si fuera una obviedad.

“He estado viendo tu búsqueda por un tiempo, y podría garantizar que cualquier buscador que sabe de la Nieve Blanca, también sabe de ti. Thompson era quien se refería a mí, ¿verdad? No sé si has oído, pero se suicidó poco después de que lo conocí. Se ahorcó en su armario”.

Refunfuño un poco, debido a la indiferencia de sus palabras. Recuerdo que a muchos Buscadores no les agrada el Bibliotecario por alguna razón. Lo llaman ‘un Aspirante a Buscador’.

“¿Es esto lo que haces? ¿Sólo ver e investigar? No tienes ningún Objeto, ¿no es así?”

“Así es. Intento mantenerme lejos de ello todo lo que puedo. Los Buscadores son como drogadictos, siempre consumidos por su deseo de mantenerse en la búsqueda. Así que, si me mantengo todo lo lejos que pueda, no perderé mi cordura”.

Lo dice con tanta sencillez, tan puerilmente. Respondo:

“Entonces, ¿por qué aún investigas sobre ellos?”

“Al igual que tú, no elegí averiguar sobre los Holders y los Buscadores. Aún así, es un mundo interesante, con algún tipo de conocimiento esotérico. Tentador para cualquier persona con un gusto por lo desconocido, ¿cierto? Quiero ayudar a los Buscadores a obtener sus respuestas, pero prefiero pasar el resto de mi vida sin tener otro Objeto de nuevo”.

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“Así que, ¿tuviste uno en el pasado?”

Él me mira, y tiene un aspecto un poco molesto en su rostro. Me he pasado de la raya.

“¿Quizás tus preguntas no deberían estar más relacionadas con la Nieve Blanca?”

Él se da la vuelta y comienza a recorrer a través de unos papeles en su escritorio, resoplando levemente. No hay nada que pueda hacer ahora, salvo conducirme a la verdad.

“¿Es ella humana? ¿Es una Buscadora?”

“Llamarla humana es demasiado caritativo. Ahora, si es una Buscadora o no, eso está bajo debate”.

“¿Qué puedes contarme sobre el Péndulo?”

Él rasga una hoja de papel y me lo da. Es una página de un cuaderno nuevo, escrito en un español claro y conciso.

“Es lo que he sido capaz de reunir de las instrucciones para obtener el Péndulo de su Holder”.

“Genial”

Le digo, tomándolo y guardándolo en el bolsillo.

“Una cosa más, entonces. Si has estado investigando el Péndulo, debes saber donde está ahora”.

A este punto, el Bibliotecario parece retirarse. Su sonrisa desaparece como una ampolleta apagándose, y ahora esquiva mi mirada.

“Es culpa tuya, ya sabes, el que te hayas envuelto en esto. No hay manera de salir de ello, ahora”.

“¡Lo sé!”

Vocifero impaciente. Mi voz llena la habitación y hace que el Bibliotecario se encoja de hombros. Bajo la voz, pero me anticipo a él. No le permito escabullirse.

“Yo sé en lo que me estoy metiendo. Sé que es un callejón sin salida. Sólo dime a dónde ir. Necesito saber dónde está”.

La resignación en su cara se acumula a medida que pesa sobre él, hasta que finalmente se rinde.

“Está aquí, en Boston. Un colega mío lo tiene ahora. Allen Dahl”.

Me da una tarjeta de negocios con su dirección, y la guardo en mi bolsillo.

“¿Hay algo más que quieras preguntarme?” 

Lo miro por un largo rato, lo suficiente para hacerlo sentir incómodo. Sólo entonces le hablo.

“¿Por qué los Buscadores necesitan estos Objetos?”

Sus ojos se abren de sorpresa, pero se ríe ante mi pregunta.

“¡Interesante pregunta! No logro recordar cuántas veces me la han hecho. Pero ese conocimiento no puede ser comprendido completamente por una persona sana. Sólo los Holders lo saben”.

“Es todo lo que necesito saber”

Respondo con una sonrisa satisfecha.

“Entonces deberías darte prisa si quieres conseguirlo antes que la Nieve Blanca lo haga”.

El Bibliotecario me sigue mientras salgo por la puerta y regreso a mi auto, y me ve alejarse, mientras chillan los neumáticos. Después de que he desaparecido de su vista, da un sonoro suspiro, y vuelve hacía el umbral. Sus pies golpean algo metálico, y baja la mirada, para ver el cartucho vacío que aún yace a sus pies.

Un leve susurro lo llama.


Sigue en Generosidad

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