Wiki Creepypasta
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Érase una vez, y esta historia ah sido contada de boca en boca por mi familia, dos niños llamados Gastón e Ivan. Habían sido amigos desde que nacieron, y ya pasados los cumpleaños número 13 de cada uno, decidieron pasar una noche de invierno, en el bosque que se situaba al norte de un pequeño pueblo llamado El Pueblo rojo.

-¿Te animas?- perguntó Ivan.- ¿Te animas a pasar la noche ahí afuera?

- No sé- respondió Gaston- Está muy oscuro y... hace frío.

Luego de insistir un buen rato, Ivan logró que su mejor amigo, Gastón, reuniera valores y entrasen al Bosque Rojo para pasar la noche.

Así era como se llamaba el bosque. Y no se sabe exactamente porqué. Todas las leyendas empiezan de forma similar: Cierta vez los ancestros de la gente que vivía en ese pueblo, que no era de gran tamaño, sufrieron una increíble tormenta, al haber acabado esta, se toparon con que todo el bosque estaba pintado de rojo, todas las hojas, todas las ramas, todas las plantas y hasta todos los árboles eran rojos.

De ahí el nombre. Pero lo curioso es que jamás se confirmó el singificado de lo sucedido. Es aquí donde todas las historias parten hacia otro rumbo, unos dicen que fue un niño que comía tomates y que ha dejado todo manchado con su jugo, otros creen que lo confundieron todo con fuego, otros simplemente dicen que es mentira, pero otros... confirman con su vida que era la sangre de unos jóvenes desaparecidos en el bosque hace mucho tiempo.

Volviendo al caso, Ivan y Gastón ya se habían instalado en una carpa en el corazón del bosque a tres kilómetos del pueblo. Eran ya las 7:30 p.m y todavía había luz del sol. Esperaban que se aleje rápido la tormenta que golpeaba fuertemente contra la tela de la carpa para poder salir a explorar por la noche el bosque. Pero la tormenta nunca sesó.

Eran ya las 3:12 de la madrugada y la tormenta empeoraba. Cada vez más fuerte.

Cuando el agua comenzó a entrar dentro de la carpa, notaron increíblemente que las estacas salieron disparadas al aire. No les quedó otro remedio que salir de la carpa para no salir volando con ella también. El viento los arrastraba por la tierra. Se reincorporaron y la carpa salió disparada al aire hasta perderse.

La lluvia los aturdía con su increíble ruido. El sonido del diluvio empezó a tornarse más agudo. Hasta que se convirtió en un horrible grito de mujer, muy pero muy agudo. Y la vieron: estaba levitando en el aire una mujer, toda mojada con los brazos extendidos, con un vestido largo de ceda blanca muy delgada. Pero lo más extraño eran sus gritos y su...pelo, era lasio, estaba mojado y era... rojo, increíblemente rojo. 

Ivan se calló al suelo del susto. De repente, un fuerte viento lo levantó del suelo aligando a sujetarse de un árbol para no salir disparado como la carpa.

El viento sesó, también la lluvia y la luz que despedía la mujer de cabellos rojos no estaba. Ivan abrió los ojos y notó que todo estaba más oscuro de lo normal. Dirigió la mirada a la mujer, y vio lo más horroroso y melancólico que jamás había visto en su vida. Su mejor amigo de toda la vida estaba en brazos de ella. Muerto.

Se dio cuenta que la mujer absorbía la sangre de su difunto amigo. Pero solo lo hacia con los dedos, le apoyaba estos en la frente y obtenía su sangre.

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Luego su amigo se evaporó en el aire, y la mujer levitó aún máss alto entre los árboles, su cabello se alborotó y empezó a cubrir todo el bosque con sangre que escupía por el pelo de la cabeza. Y ella se fue. Y amaneció.

Ivan se encontraba en la puerta de su casa frente al bosque con sus padres, eran las 8:04 a.m, la calle estaba llena de policías y bomberos, había mucha gente que se acercaba a su casa para ver que ocurría.

Desde ese día se supo el por qué este pueblo se llama Pueblo Rojo, era cierto, por sangre de un niño.

Ivan recordaba cada invierno esa fecha, la fecha de la muerte de su amigo Gastón. Una muerte causada por su culpa, porque si no le hubiese insistido por entrar al bosque nada habría pasado. Recordaba su muerte, su sangre, la mujer. Recordaba las 3:12 de la madrugada cuando cada año volvía a sentir la sangre de su amigo rociándole la cara.

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