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Existe una leyenda que habla sobre una mujer que fue hermosa, y vestía sus dedos con unos maravillosos anillos de diamantes en sus dedos, provocando así la envidia de cientos de mujeres y la avaricia de otros tantos hombres. Un día, en altas horas de la noche, la doncella regresaba a su hogar, donde se cruzó con un ladrón loco por tener esos diamantes. Ella intentó defenderse en vano, puesto que la fuerza de aquel hombre dominado por la codicia, hizo que su pobre rostro quedara desfigurado a golpes. Sin embargo, por más que intentara quitarle los anillos, nunca pudo hacerlo.

Se dice que aunque esto sucedió hace mucho tiempo, aún la mujer se manifiesta de diversas formas buscando venganza sobre cualquiera que quiera robar sus preciados anillos.

Ni la muerte fue impedimento para defender sus preciados anillos, aún la dama se manifiesta de varias formas, ejerciendo un castigo sobre cualquiera que quiera robar sus anillos.

Rodrigo era un tipo de muchas necesidades, tenía una novia que lo quería mucho, y un perro que le movía el rabo cuando lo veía llegar a casa del trabajo, Rodrigo trabajaba en la morgue del pueblo, era el encargado de las autopsias, sin embargo, no le alcanzaba el dinero, y siempre buscaba la forma de conseguirlo como sea.

Desde hacía muchísimo tiempo, había un cadáver en la morgue. Tenían prohibido revisarlo. La curiosidad de aquel joven, que era relativamente nuevo en el trabajo, le pasó factura. Y pudo ver que era el cadáver de una mujer, que nadie había reclamado en años, y nadie sabía quién la había llevado hasta allí. Estaba cubierta con una sábana blanca. Cuando él corrió aquel manto, sus ojos brillaron de asombro, ya que en los dedos tenía nada más ni nada menos que dos anillos de diamantes. No podía creerlo, la riqueza al alcance de su mano, solo debía quitar los anillos. Nadie sabía quién era esa mujer, no habría problemas. Intentó arrebatarle la joyería, pero no había forma. De la fuerza que hizo, la sábana se cayó por completo, dejando al descubierto el rostro de la mujer; Rodrigo suspiró, y sus ojos se abrieron como platos, al ver el rostro de la mujer, casi irreconocible.

—Oh, por Dios, mujer—Exclamó. — ¿Qué hiciste en vida para que tu muerte fuera tan terrible? Meh, qué más da, un corte no le hará más daño.

Rodrigo tomó un implemento para las autopsias, y procedió acortar los dedos de la mujer, al ver que ya podía quitar los anillos, echó los dedos de una mujer en una bolsa, junto a los anillos, empezó a guardar sus cosas.

— ¡Ufff!, por fin. Uno se lo regalaré a Sofía, el otro lo venderé y seguro me pedirán mucho ¡Qué suerte!

Todo estaba marchando bien para Rodrigo, una vez estaba cerca de la salida de su trabajo, las luces titilaron, él se dio la vuelta y juró ver en el escritorio de la recepción a la mujer que antes estaba en la autopsia. Sintió un escalofrío por su espalda, dejando caer la bolsa al suelo. Una vez la levantó, se convenció de que solo fue su imaginación, ya que el cadáver no podría moverse. Tiró los dedos en el cesto de basura más cercano, y se detuvo en una tienda de regalos, para poder comprar un estuche y guardar un anillo dentro, el otro lo guardó para venderlo al próximo día.

Los días pasaron, y había llegado el momento para regalarle el anillo a su amada, por mucho que intentó, nadie quería comprarlo, siempre se arrepentían en finales de la negociación, o incluso antes de que él se los ofreciera. Decidió regalarle ambos a su novia.

—¡Gracias, te amo!—Exclamó, con una envidiable alegría, su amada.

Él estaba igual de alegre que ella, le llenaba de vida verla así. Tuvieron una maravillosa velada, donde lo único que hicieron no fue la cena. Donde hicieron un énfasis en el amor que se tenían, y su forma de demostrarlo tan radiantemente.

Todo pasó tan rápido.

Cuando se quiso dar cuenta, la noche había caído. Su amada debía irse.

—¿Quieres que te acompañe?

—Eh… No, mejor descansa— Lo persuadió su novia.

Ella cerró la puerta con cautela, para que no la escuchara irse. Samuel escuchó como una risa retumbaba en cada rincón de la casa, burlándose de él. Con temor, e incertidumbre, investigó cada rincón de su casa. Inmediatamente relacionó todo con los anillos, y una supuesta maldición. Solo se limitó a sentarse en su sofá. Mientras veía que en el asiento que había al lado, hacía aparición aquella dama, pero sin sus heridas, y se veía realmente hermosa.

Sabía que esto no iba a salir bien, las luces titilaban, el televisor hacía estática, y tenía una mano esquelética, que correspondía a la mujer, en su cuello. Vio que le faltaban dos dedos, él se limitó a sonreír.

En cuanto a su amada, ella vestía en sus dedos los maravillosos anillos, causando la envidia de la gente que le veía pasar. Ella estaba regresando a su hogar. Cuando un delincuente que fue embriagado por la incandescencia de los diamantes, ella intentó defenderse en vano, el ladrón estaba armado, y en el primer momento que dudó, jaló el gatillo. Su cadáver cayó inerte, y a pesar de los muchos esfuerzos por el delincuente de quitarle los anillos, nunca pudo.

Fue entonces cuando encontraron el cadáver, lo llevaron a una morgue. Donde nunca fue reclamado, y al parecer su rostro había sido desfigurado, era irreconocible. Solo cuestión de tiempo necesitaron para que un trabajador se fijara en los anillos, y decida robarlos, solo cuestión de tiempo… Y aquella dama, debía seguir protegiendo lo suyo.

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