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Muñecas-poseidas

Lo primero que el bebé dijo no fue “mamá” o “papá”, sino “oni”. “Oni” era su forma de decir “Boni”, tal era el nombre del perro de la familia.

Se trataba de un foxterrier de mirada alerta y juguetona, que había congeniado de inmediato con el bebé. Dejaba que el niño lo acariciase y le tirara de las orejas o del pelaje. Incluso le enseñó a caminar, porque el bebé dio sus primeros pasos aferrado al lomo del animal.


El padre había sacado varias fotos y siempre reía con su mujer recordando aquellos buenos momentos. Por eso, cuando Boni murió atropellado en la calle por un coche, la madre se preocupó, pensó que el bebé echaría de menos al perro, aunque el hombre lo desestimó de inmediato:


-Tiene apenas un año, no se dará cuenta de nada.


Luego fue al patio trasero, extenso y repleto de vegetación, y comenzó a cavar la tumba del perro. Terminó a la media hora; la tierra era dura pero no hacía falta cavar mucho para enterrar el pequeño cuerpo del animal.


Metió en el hoyo al perro, que estaba cubierto por una manta, y luego de pronunciar en voz alta una suerte de despedida comenzó a echar la tierra sobre Boni. Horas más tarde, mientras veía un partido por la tele, escuchó que su hijo en el patio decía “Oni, Oni”, y reía a carcajadas.


Salió de la casa para mirar, creyendo que el niño repetía la palabra por costumbre. Pero se quedó helado al ver a su hijo caminando al lado del perro, que tenía el pelaje manchado de barro y renqueaba de una forma muy rara. Ambos se dirigían hacia el fondo, hacia la tumba abierta, y cuando el hombre llamó a su hijo a los gritos, el animal se dio vuelta y le enseñó los dientes.


Sus ojos eran rojos y el hombre de inmediato se dio cuenta que las intenciones del animal, o lo que fuese que caminaba por su patio, eran malignas. Agarró la pala que había dejado a un costado de la pared y comenzó a golpear al animal, mientras el bebé lloraba a todo pulmón y no dejaba de repetir aquel nombre que comenzaba a resultarle siniestro:


“Oni, Oni”.


El hombre golpeó al perro hasta dejarlo convertido en una masa de carne y sangre, y enterró lo que quedaba de él en el agujero abierto. No le dijo nada a su mujer, quizás porque sabía que lo miraría como a un loco. Cuando llegó la noche, apenas pudo dormir y se despertó sobresaltado en medio de la oscuridad. Acababa de tener una pesadilla y tenía el cuerpo cubierto de un sudor frío.


Se levantó y se dirigió hacia la cuna del bebé, pero ésta estaba vacía, y enseguida escuchó la voz de su hijo que desde el patio trasero decía una y otra vez:


“Oooniiii… Oooooniiii”.


El hombre salió como un loco, y llegó justo para ver cómo esa cosa que ya ni siquiera se parecía a Boni arrastraba al bebé hacia el agujero del patio. El padre dio un grito y entonces la cosa se dio vuelta y lo mordió en la pierna.


El hombre le respondió con una patada y luego agarró a su hijo y se metió en la casa, y pasaron el resto de la noche escuchando los quejidos del animal, que del otro lado rascaba la puerta para que lo dejasen entrar.

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