Era un miércoles 26, ya era temprano, entre las 6:00 y 6:15, además de que llovía. La madre de Federico estaba ordenado su casa, aliviada sabiendo que su hijo, de nueve años, estaba en el colegio. No obstante, cuando fue al cuarto de su hijo, se llevó una gran sorpresa al ver a Federico ahí mirando, por la ventana, la lluvia.
—¡Federico! ¿Qué haces aquí?, ¿no deberías estar en la escuela? —Le dijo su madre enojada.
—Lo siento, mami. —Le dijo Federico.
—¡Nada de lo siento!, ¡vístete y vete a la escuela ahora mismo! —Le dijo ella aún enojada.
—Lo siento mami, pero no volveré a la escuela. —Le dijo Federico.
—¿Cómo que no volverás a la escuela? Hoy si vas a ver —Le dijo su madre aún más enojada.
Antes de que la madre pudiera pegarle, el teléfono de la casa empezó a sonar. Ella, con el mal humor, fue a contestar el teléfono, mirando con desprecio a Federico. Al contestar la llamada, comprobó que la voz que hablaba era la del director de la escuela donde estudiaba Federico.
—Buenos días. ¿Hablo con la madre de Federico Gómez? —Preguntó el Director con un tono nervioso.
—Sí, señor director, antes de que diga algo, siento mucho que Federico no haya ido a las primeras clases de hoy, de inmediato lo llevaré al colegio —dijo la señora.
—Señora, por lo que escucho, veo que no se enteró de lo ocurrido. Verá... Su hijo, subió hoy a la azotea del colegio y... No sé cómo decírselo... —Dijo el Director nervioso, pero la madre lo interrumpió.
—Lo siento, señor director, pero si mi hijo está aquí conmigo y no ha ido al colegio, pero no se preocupe, lo castigaré por lo que ha hecho. —Dijo la madre.
—Señora, no me está entendiendo, su hijo se tiró de la azotea y murió en el acto... Lo siento mucho, de veras —Le dijo el Director.
La madre, en estado de shock, soltó el teléfono y fue corriendo al cuarto de su hijo para comprobar si de verdad estaba ahí, pero para su desgracia, él ya no estaba, se había ido.
Ella se puso de rodillas y empezó a llorar desesperadamente, al saber que nunca más podrá volver a ver a Federico.