Wiki Creepypasta
Advertisement

Lo que os voy a contar no es una leyenda ni una falsa historia de pacotilla como el 90% de las que hay aquí, os voy a contar una experiencia vivida por mí, algo verídico que marcó mi vida para siempre.

Mi amiga Raquel era una chica guapa, estudiosa, pelirroja y muy formal. Sus ojos eran azules. Yo vivía en un pueblito muy pequeño, de apenas 800 habitantes, y ella venía a mi calle, a casa de su abuelita, a verle los fines de semana. Su abuelita era una mujer muy extraña con el pelo larguísimo de color blanco; se hacía unos recogidos y unos peinados bastante extraños y tenía las uñas largas y muy duras.

Un día de invierno que hacía mucho frío, yo me iba hacia mi casa después de haber estado con mis amigas y, de repente, me la encontré la calle. Estaba vacía... Solamente ella y yo. Cada vez que la veía sentía algo raro en mi estómago. Ese día me tomó de brazo apretándome con sus largas uñas y mirándome fijamente a los ojos con una mirada penetrante, me dijo:

-Bonita, ¿podrías ayudarme a llevar la compra a casa?

Por supuesto no me negué. No sabía que decir. Estaba helada. Solo tenía en mi mente esa mirada, esa mirada, como llena de odio, que no había visto jamás.

Al llegar a su casa le dejé las bolsas a la entrada, pero me hizo pasar ofreciéndome un vaso de agua. Debería haber salido corriendo, pero, sin saber por qué, entré. Era casi imposible no hacer lo que la voz de esa mujer me mandaba. En el fondo sabía que me estaba metiendo en líos, pero el pánico que me producía esa anciana con esos ojos y sus palabras, no me dejaban irme.

Entré en la casa y vi todo muy claro: Ahí pasaba algo. Estaba oscura y tenía unas cortinas y unos muebles muy antiguos. Nada más entrar, a la izquierda, había una escalera de caracol que subía dos alturas. Era muy tenebrosa. Me daba mucho miedo mirar hacia arriba. Me dijo que esperara en el salón, mientras ella iba a dejar las compras y deshacerse el moño.

Cuando entré allí casi me pongo a gritar del susto, pues había un viejo, su famoso marido. La gente decía que hacía años que no le veían en la calle pero nadie preguntaba nada. La gente sabía que pasaba algo, pero nadie hacía nada al respecto. Era como si la gente supiese sobre esas cosas, pero no quisiese hablar de ellas.

El viejo estaba en frente de una chimenea. Las brasas estaban quemándose y el calor inundaba mi cuerpo. El hombre no me dirigió ni una sola palabra. Solo se prendió un cigarrillo y se quedó observándome todo el rato. A mí me temblaban las piernas. Me quedé de pie, sin decir nada. De repente, vino la mujer, se había quitado el moño y el pelo le llegaba por debajo de la cadera era una melena larga y blanca, como la de una bruja. Ni siquiera se teñía ese pelo, que junto con su mirada me daban pánico. Me trajo un vaso de Coca-Cola y me dijo:

-A los niños de hoy os gustan estas bebidas ¿Verdad, preciosa?

Asintiendo con la cabeza tomé el vaso y, aunque mi mano se tambaleaba, bebí todo su contenido. Sabía que debía irme de allí, así que le dije que era muy tarde y mis padres estarían preocupados. Me armé de valor y me fui corriendo. Ese día por la noche no pude dormir, solo tenía el recuerdo de esa vieja loca, esas uñas y ese hombre que no hablaba, pero no le dije nada a mis padres porque tenía miedo de que me reprocharan algo.

Llegó el fin de semana y vino su nieta. Ella, a diferencia de su abuela, era una chica estupenda. Siempre venía a mi casa y jugábamos videojuegos. No obstante, ese día estaba extraña. Su voz era distinta y; cuando la mire a los ojos, vi la misma mirada que vi en su abuela. Me dijo que debía irse pronto, ya que asistiría a la iglesia con su familia. Antes de irse, me dijo, con una voz que me obligaba a obedecerla, que la acompañara, ya que lo íbamos a pasar muy bien. Yo, aterrada, la miré de nuevo a los ojos y,  con un nudo en el estómago, asentí con la cabeza. Les dije a mis padres que me iba a su casa. No quería decirles nada, ya que tenía mucho miedo.

Ahí estaba yo en el coche con ellos. Sus padres, delante. Mi amiga, sus hermanos y yo, detrás. Nadie habló durante todo el camino. Cuando llegamos a la iglesia,  había un montón de gente esperando. Dos hombres controlaban la puerta viendo quién entraba. Cuando entré, había gente en el suelo rezando y, al fondo, un hombre. Me di cuenta de que todos le rezaban a él.

Mi amiga y su familia se sentaron al suelo y empezaron a rezar. Yo estaba parada e inmóvil. No sabía qué hacer. Ese hombre estuvo dos horas hablando a sus discípulos. Al final de todo, tomó un cuchillo y sacrificó una oveja que le trajeron. Su cara y sus manos se llenaron de sangre y las manos.

-¡Señor toma este cordero, porque nosotros somos tus siervos!- Gritaba repetidamente.

Finalmente, pasaron algunos discípulos a recoger un diezmo. "¡Dios!", pensé, "¡Esto es una secta". 

A la vuelta, tampoco pude decir ni una sola palabra. Solo pude despedirme cuando me dejaron en casa. No pude dormir otra noche.

Al día siguiente, era sábado. Mi amiga, al venir, me dijo que fuéramos a su casa, ya que íbamos a pasarlo muy bien. Estaba preocupada por ella y atemorizada por mí. Quería hablar con ella. Debía decirle que le estaban lavando el cerebro, pero no sabía cómo. Podría haberme negado a ir a esa espantosa casa, pero ya no podía volver atrás.

Al llegar a su casa, entramos al salón. Allí, estaba toda la familia. Todos me miraron, pero nadie me dirigió una palabra. No obstante, su abuela se levantó y me trajo un vaso de Coca-Cola. Me dijo que me lo bebiera y al ir a tomarlo, sin querer, toque su mano. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Ella tenía las manos muy frías. Raquel tomó mi mano y me dijo:

-¡Ven!

La seguí, pero la anciana también vino reprochándole que nadie podía subir a los pisos superiores. Yo estaba aterrorizada.

"¿Qué cosa que estaba arriba era tan importante que ni yo la puedo ver?", pensé, "¿Qué esconde la anciana?"

Fuimos a la habitación en la que ella dormía. La única luz era una lámpara que tenía en la mesilla. Nos sentamos en el suelo. Me dijo que íbamos a jugar a un juego muy divertido, pero que debíamos mantenerlo en secreto. Asentí. Saco una tabla de madera con letras y números.

"¡Dios!, pensé, "¡Eso es una Ouija!"

Sacó una moneda y me dijo que debía poner el dedo sobre ella y mantener la mente en blanco. Me dijo que debía pensar que subía unas escaleras junto con ella y que al final había una luz blanca. Le dije que estaba asustada y que no sabía si era buena idea. Ella respondió que confiara en ella y que no iba a pasar nada. Al final, acepté. -Incluso recordándolo, se me enfría el cuerpo y se me ponen los pelos de punta- Empecé a pensar eso y, de repente, la moneda se movió. Empezó a moverse muy rápido. Yo no sabía qué hacer, de repente, paró.

-Ya está aquí- Me dijo mirándome- Puedes preguntarle lo que quieras.

Empezamos a preguntarle quién era y cosas así, pero no nos hacía mucho caso. Dijo que no nos hacía caso, porque yo no me creía lo que estaba sucediendo y, en parte, tenía razón. No podía creer lo que veían mis ojos.

Entonces, mi amiga me dijo que pensara una palabra en mi mente y que el espíritu la adivinaría. Pensé en el apellido de mi abuelo, ya que se me vino a la cabeza sin más. La moneda empezó a moverse y se fue hacia la T, luego, muy despacio,  hacia la O y así dijo "Tous", el apellido de mi abuelo. No podía creer todo lo que ocurría. Me empecé a asustar y a poner muy nerviosa. Le dije a mi amiga que no quería seguir con esto, que me quería ir. Ella dijo que debíamos hacerlo bien si no podríamos tener problemas, que teníamos que despedir bien al espíritu para que no se quedará vagando por este mundo. Yo estaba casi llorando y temblando, porque el espíritu no nos dejaba irnos. Entonces, ella le propuso algo. Al oír sus palabras, sentí mucho terror. Le dijo que quería que la poseyera. Empecé a gritar. Vino su hermano pequeño, abrió la puerta y me hizo un gesto para que guardarse silencio. En ese momento, me di cuenta que no podía hacer nada, que toda su familia estaba metida en el ajo y que era demasiado tarde para volver atrás. Mi amiga empezó a respirar muy rápido y a sufrir espasmos. Yo la miraba, horrorizada, sin poder mover un pelo. Comenzó a hablar algo que no entendía. Realmente ese espíritu estaba dentro de ella. Seguía hablando subiendo su tono hasta gritar. Sus ojos se volvieron blancos. Los espasmos no paraban. De repente, cayó al suelo y se quedó quieta. Fui a socorrerla se despertó y dijo:

-Ya se fue ¿No te ha parecido divertido?

Cuando escuché eso, pensé que estaba loca y que ella, y toda su familia, habían perdido el juicio, pero, en el fondo, había sido muy divertido. Sabía que no estábamos solos, que, ahí fuera, había algo, algo fuera del alcance de nuestra imaginación capaz de leer la mente y poseer a personas. Ella le dio la vuelta a la tabla. En esta habían escrito "teatro viejo" con cenizas. Las dos sabíamos lo que significaba, ya que en el pueblo había un teatro en ruinas. Se rumoreaba en él, un niño y su perro fueron ahorcados y que sus almas seguían vagando por el teatro. Era tarde. Debía irme a casa. Por eso, arreglamos que al día siguiente íbamos a ir allí con la tabla.

Al día siguiente, Raquel vino temprano a buscarme. Me tenía preparada una mochila. Las dos teníamos unas ojeras espantosas y los ojos enrojecidos, pues ambas llevábamos varios días sin dormir. Nos dimos un momento para armarnos de valor y dirigirnos al teatro. Cuando llegamos a la puerta de ese edificio en ruinas nos tomamos de la mano y me di cuenta de que Raquel no era la única que tenía las manos frías, que yo me había convertido en un ser más como todos los de esa familia y que mi cuerpo estaba experimentando ese sentimiento tan extraño y espeluznante. Seguimos andando y entramos por una ventana. Al abrirla, sonó un chirriante sonido que indicaba que estaba oxidada. Nada más entrar, había una escalera, la cual subimos, pero allí no había nada, solo escombros y ruinas, así que, decidimos seguir buscando. Cuando nos disponíamos a bajar todo el suelo, empezó a temblar  y nosotras, a gritar y a correr, pues la habitación estaba a punto de derrumbarse. Al final, conseguimos bajar de allí y llegamos a un pasadizo. Estaba muy oscuro y olía a madera antigua. Seguimos hacia delante y llegamos a la sala principal. Estaba totalmente destruida; las butacas estaban rotas y llenas de polvo. Había cucarachas y ratas por todos los sitios. Seguimos avanzando hasta llegar al escenario estaba totalmente en ruinas. Había libros antiguos y ropa de actos rota y tirada por el suelo. De repente, escuchamos un ladrido. Mi amiga y yo nos dimos la vuelta muy lentamente para ver quién estaba detrás de nosotras. Ahí estaban ellos, eran Martín y su perro Lázaro. Tenían cuerdas atadas al cuello y se les veían hematomas y moretones por todo el cuerpo todo el cuello. Yo empecé a gritar y a correr. 

-¡Nuria! ¡Para!- me detuvo mi amiga- ¡Estamos aquí para ayudarlos!

Entonces me detuve. 

-Raquel me alegra verte- Comenzó a hablar- Tengo que contarte algo. Empezaré diciéndote que soy tu tío. Y mis padres, tus abuelos, mis asesinos.

Nos quedamos sin saber qué decir.

-Hace muchos años atrás, mis padres eran los dueños del teatro- Siguió contando su historia-. Tenían mucho dinero, pero se les empezó a ir la cabeza con las actuaciones. Cada vez eran más y más descabelladas. A mí no me dejaban salir a la calle. Solo debía estar encerrado en casa y ensayar más, más y más. La gente se dio cuenta de que algo extraño les ocurría y cada vez venían menos, pero mis padres decían que el culpable era yo y que era porque no ensayaba suficiente, así que, me azotaban con cuerdas. Un día, teníamos todo preparado para empezar la actuación, era un domingo cualquiera a las 6 de la tarde, pero no se presentó nadie. Mis padres se enfadaron mucho. Recuerdo que tomaron las cuerdas y empezaron a azotarnos muy fuerte a Lázaro y a mí, seguidamente nos tomaron y nos llevaron a una ventana nos ataron las cuerdas al cuello y nos ahorcaron. Tu padre sabía de todo esto y quería ayudarme, pero nuestra madre tenía un poder oculto, un poder maligno muy fuerte que yo no podía superar. Llevaron a mi hermano a una secta donde poco a poco le fueron borrando la memoria hasta que finalmente se olvidó de mí. Os pido perdón por el susto que os di en la Ouija. Sí, era yo el que os hablé y siento haberos asustado, pero debía asegurarme de que vendríais. Mi alma lleva 30 años vagando en pena y necesito que me ayudéis. Ellos deben pagar el daño que me hicieron para que yo pueda descansar en paz. Debéis buscar a la policía y encargaros de que suban a la parte de arriba de la casa de la vieja allí encontraran...

-¡No sigas!- Le paró Raquel-. Creo que ya sé lo que esconde hay arriba y te aseguro que lo pagaran

-Debo pediros otro favor- Dijo sonriendo-. Me gustaría que vierais mi obra la que nunca fue vista por nadie.

Nosotras asentimos con la cabeza. De repente, ese teatro en ruinas volvió a estar como nuevo. Las butacas ya no estaban rotas y estaban llenas de gente. El escenario estaba en perfecto estado. Todo olía a limpio y brillaba. Toda la sala se llenó de luz. A lo lejos, se escuchaban tres voces celestiales que anunciaban que la obra iba a empezar. Todo aquello fue maravilloso. Cuando acabo la obra todo regreso a la normalidad. Salimos de allí y nos dirigimos hacia la comisaria del condado de al lado, porque no hace falta decir que la justicia de nuestro pueblo no quería hacerse cargo de ese caso y miraban hacia otro lado. Conseguimos llevar a una patrulla hasta esa casa. Cuando entraron a la vivienda de la anciana ella se mostró amable, pero el aire que flotaba allí dentro no era normal. Algo extraño sucedía de nuevo. Escuché como hablaban los agentes sobre la extraña sensación que se notaba dentro de ese lugar. Cuando los agentes mencionaron que iban a proceder a subir al piso de arriba, la cara de la anciana cambió. Volvió a tener su expresión siniestra. Se puso, como loca, a gritar que nadie podía subir ahí arriba. Al final, subieron, registraron todas las habitaciones y encontraron una caja. Al abrirla, encontraron los restos mortales de un niño y un perro.

-¡Hermano perdóname!- Comenzó a gritar el padre de mi amiga al ver esa situación y recobrar su memoria- Hermano mío, me habían borrado tus recuerdos pero los he recuperado y te ayudaré declarando a tu favor. Nuestros padres pagaran todo lo que nos han hecho.

El padre su fue a prestar declaración con la policía y se llevaron detenidos a los dos viejos. Posteriormente, fueron encerrados en un manicomio. Evidentemente, su estado mental los condujo a acabar allí. Ese día fue muy largo. Al fin, llegué a mi casa y me acosté. Era mi cuarta noche en vela y era el día que más temor estaba pasando. 

"¿Y si la anciana viene?", pensaba, "¿Y si buscaba venganza?"

De repente, escuché un ladrido, me senté en la cama y ahí estaban, eran Martin y Lázaro. Entonces, respiré tranquila. Martin se me acerco, ya no tenía la soga al cuello y los hematomas habían desaparecido.

-Te agradezco todo lo que has hecho por mí- Me susurró al oído inclinándose frente a mí-. Te prometo que vas a poder dormir todas las noches de tu vida tranquila. Yo me encargaré de velar por ti.

Entonces, me dio un beso en la frente y me quedé dormida...

Advertisement